Devenir y de ir, 2016
Somos cuatro.
Silvia Brewda, Ariela Naftal, Rut Rubinson y Rita Simoni.
Cruda. Por lo que late, por lo vital.
Decidimos formar un colectivo y nuestra primera obra salió con el ímpetu, la claridad y la necesidad imperiosa de producir arte. También con la madurez que colabora en ir directo al grano, en no perder tiempo. Convocamos a Mariana Rodríguez Iglesias para que "curara" nuestra producción. Luego muchas personas más se fueron sumando al equipo de trabajo.
La idea fue, desde un primer momento, buscar un espacio fuera del circuito natural del arte, para poder intervenirlo con total libertad. Un inmueble que estuviera por demolerse garantizaría esa potencialidad. Lo encontramos, nos lo cedieron para aprovecharlo hasta tanto se comenzara con la demolición y la obra nueva.
Un viejo hotel alojamiento, reducto de amores marginales en pleno barrio de Belgrano, nos abrió sus entrañas para dejarse transformar, en ritual de proceso hacia su ineludible demolición.
Así entramos, marcador grueso en mano, dibujando sobre las paredes, los pisos, los espacios de intensos colores, de gusto kitsch y revestimientos algo gastados, nuestro propio proyecto de sitio específico. Con la poética de la demolición las habitaciones se convirtieron en un recorrido, donde los huecos en las paredes vincularon lo que antes estuviera cerrado en la intimidad transitoria.
Ritual de pasaje entre un estado y otro, entre pasado y futuro, la idea fue dar entidad al inasible presente. DEVENIR y de ir.
RECORRIDO: Los mil espectadores que visitaron el sitio específico primero se encontraban con la antigua recepción del hotel. Desde allí, ya, los espejos que poblaban el inmueble tiñeron de plateado paredes y techos del recorrido, apenas dejando algún rastro de los antiguos colores y dejando entrever las variadas texturas.
Plateado que unificó la percepción para no distraer, para ir a lo esencial, la experiencia.
PIEL: A continuación, la sala del video Piel, trabajo conjunto de Cruda: pieles nuestras en primeros planos, respirando, vivas, latiendo imperceptiblemente.
Luego del contacto con el cuerpo mismo, la consigna era internarse en lo cavernoso, demolido, plateado, oscuro, con iluminación que resaltaba los escombros -de la misma demolición- que cubrían el piso.
AGUA: A pocos metros de allí pasa el arroyo Vega, que hasta hace pocos años solía inundar el barrio. En una Buenos Aires que le dio la espalda al Río de La Plata, que condenó al olvido las aguas y sufre su presencia a modo de revancha de la naturaleza; en una Argentina que presume de europea -como si fuera indicio de superioridad- y olvida que la mitad de la población tiene sangre indígena, recordar es indicio de salud.
Así surgió la idea del agua: un pantano como el primigenio que diera origen a la vida en el planeta, pero como segunda oportunidad vital ante la inminencia de un cataclismo humano.
Esta nueva vida, estaría producida con el germen de lo que queda, de lo que hay. Y en el hotel había: flores de tela y plantas de plástico en macetas, decorando pasillos, escaleras, habitaciones. Todo ello encontró lugar en el lago creado allí, en ese interior oscurecido, cavernoso, regado por luces fosforescentes, permitiéndome crear un paisaje raro, latente, mutante. Entre ruinas y espejos rotos, con olor a húmedo.
TIERRA: Ariela excavó la tierra, también, hacia la profundidad. Para rastrear cual arqueóloga de lo imposible, la conexión entre aquel pasado olvidado y la presencia de unos blancos seres extraños, piezas residuales con formas de sentido inextricable.
Algún mágico rastro transiluminado destellaba tras una puerta. Un mapa real, cual pañol de trabajo donde se ubicaban las piezas, marcaba la aproximación hacia una deducción posible.
FUEGO: Luego de seguir el oscuro laberinto señalado por destaques luminosos, el espectador - investigador- vislumbraba un rojo intenso que acusaba su presencia detrás de un panel translúcido. Rut con su gesto mínimo de una lamparita de luz roja, tiñó el espacio circundante de presencia humana, latido sanguíneo, concepto del cuerpo presente. Entonces lo amoroso que allí una vez existió se extendió creando un puente al futuro.
AIRE: Enseguida el viento, lo pendiente, lo fantasmal del tiempo, registrando su paso sibilante en los papeles calados de Silvia. Llevados al espacio, colgados entre una explosión de espejos fragmentados, se dejaron atravesar por haces de luz que multiplicaron su trama hacia el infinito.
SONIDO: El final es el principio. La demolición aún sigue, en forma sonora, marcando un ritmo nuevamente humano, de hombres trabajando. Demoler para construir. Sobre la medianera, la marca de la continuación.
ACCIONES: Después, el pasillo, con sus números rojos, el regreso al mundo real, al patio selvático y al Salón abierto de tabiques demolidos pero con sus colores originales. Para dar sentido de fiesta a ese otro espacio y generar movimiento permanente de gente, convocamos a artistas de otras disciplinas a que realizaran sus propias intervenciones en el espacio: músicos, performers, coreógrafos y bailarines.
DEVENIR y de ir fue un Site Specific pero también un cuerpo dinámico de intervenciones, de interacciones, sonidos, voces, pieles, danzas, rituales, clases abiertas, encuentros, personas que circularon, experimentaron, cobrando vida dentro del marco de una arquitectura casi desmaterializada. Quizás, muchas formas de arte en una.
Fb CRUDA Colectivo de Arte