Pensamientos Flotantes, 2015
Las últimas horas de un sol de febrero se derramaban con sutileza rojiza sobre el húmedo borde de río. El río por aquí lo es todo, presencia que aflora del centro de la isla inundando las superficies.
Nubes de mosquitos emergen de los oscuros matorrales, tornando insoportable el andar, barriendo así la humana falsa certeza de dominarlo todo.
Aquí es donde lo salvaje excede a lo construido y permanece, exhibiendo su don de inmanencia. Lo verde predomina en sus múltiples expresiones, tamaños y matices, albergando destellos blancos rosas, lilas o amarillos, que sólo cobran dimensión al detener la mirada en ellos.
A medida que pasan los días y las noches, la selva, el agua marrón y los cantos de aves y grillos van colmando nuestro ser, aquietando con su vaivén el ansia urbana.
Y así como los destellos de color, las historias se nos aparecen, diferenciándose unas de otras al detenernos en ellas, aunque a cierta distancia no dejan de ser particularidades que se funden en el paisaje.
Así habrán de verse las vidas de cada uno de nosotros desde el lejano espacio, donde el tiempo uniforma lo individual y transforma millones de voces en un sólo murmullo.