Intervención de un terreno baldío dentro de la traza de la ex AU3, esquina de Holmberg y Mendoza.
Exposición "Estar", Fundación Lebensohn, 2011
Ante la necesidad de intervenir uno de estos espacios residuales, surge Estar: la reconstrucción de un espacio hogareño plantado en uno de los baldíos de la autopista que no fue. Un suntuoso y gastado sillón azul preside por un día un sitio urbano sobre su piso de palletes. El color azul Klein, color de lo espiritual, color a-tectónico, contrasta con la ruina. La instalación deviene performance al ser circulada por gente de las casas ocupadas del vecindario. La realidad política quiso ser sincrónica con esta acción: la historia marca en esa semana la toma de terreno de otro parque urbano, censo nacional y la muerte de un ex presidente. Inmediatamente los baldíos de la zona fueron cercados.
Hoy la institucionalidad y los negocios inmobiliarios se reapropiaron de la traza transformando su sentido en espacio de uso nuevamente. Las fotografías tomadas en la intervención Estar fueron material para una muestra en Fundación Lebensohn, dando lugar a un despliegue enriquecido por otros formatos.
Estar,
por Danielle Perret, 2011
He aquí una “escenografía” (según la denominación de la artista) compleja, un conjunto de obras que conlleva, cada una, a una pluralidad de significaciones.
Tal vez, lo que primero se percibe al penetrar en el interior del espacio creado y organizado por Rita Simoni es una serie de tensiones entre obras y objetos que remiten a conceptos, a contenidos opuestos.
Espacio interior / espacio exterior: el sillón que se ve en una imagen de gran dimensión es el mueble clásico, convencional, del living; ningún otro mueble evoca mejor el centro del hogar que éste; es como un símbolo de la vida familiar. Pero ahí, en la foto, está puesto en el exterior, al aire libre; en cambio un banco, de estos que se ven en las plazas, está colocado en el interior... pero ante la fotografía de un baldío.
Mundo real / mundo imaginario : objetos bien concretos (de plástico, de madera, encontrados en la calle), sin ninguna trascendencia, conviven en esta escenografía con creaciones poéticas como, por ejemplo, el monocromo azul, pintura que nos ofrece el espacio imaginario, infinito, de la sensibilidad. También se puede ver en una de las paredes de la sala un dibujo de tamaño importante que muestra una sucesión de pasillos y habitaciones de una suntuosidad de otra época, abriendose hacia un espacio sofisticado y sin límites. Las cortinas azules tienen dos funciones paralelas: una física, por su presencia concreta evidente y la otra claramente simbólica.
Lugar / no lugar, lugar con memoria / sin memoria: la historia particular de este sector de Buenos Aires es uno de los fundamentos de la realización de Rita Simoni; esta zona fue demolida durante la dictadura militar, con el proyecto, nunca realizado, de construir un autopista. Así que el lugar quedó en fín de cuentas a la vez sin casas y sin autopista, lo único que permanece hasta hoy es el resultado de la demolición, es decir un espacio vacío, despojado de su memoria, un “lugar deconstruido”, según las palabras de la artista, pero que, aún destruido, permanece...
En otras épocas, la definición de los espacios, por los artistas, era clara: exteriores (paisajes, etc.), interiores (naturalezas muertas...), a veces semi-exteriores o semi-interiores (por ejemplo la escena de la Anunciación a la Virgen). La reflexión sobre la identidad, la naturaleza del espacio (hablamos del espacio en general) que aparece en la escenografía de R. Simoni refleja una inquietud característica de nuestra contemporaneidad, como lo expresa, por ejemplo, el artista americano Gordon Matta-Clarck, con sus edificios cortados por la mitad... O también la concepción (en la galería francesa Xippas), de una obra a la cual participaron recientemente artistas jóvenes, ubicada en una habitación que no se puede ver nunca, que existe sin existir. “La chambre est pensée comme contre-espace” (“La habitación está pensada como contra-espacio”) dice el comentario.
Una serie de trabajos anteriores de R. Simoni, la serie Espacios Residuales (medianeras), anunciaba ya la reflexión que ella desarrolla en la escenografía : el espacio interior, exterior, las huellas de tiempos pasados, de la memoria... Las obras de las Medianeras están compuestas de dos partes : en la mitad izquierda de la superficie se ve la foto de un muro que estaba originalmente – por lo menos en parte – en el interior del edificio. Aparecen restos, huellas, de ambientes interiores como cocinas, dormitorios, etc. Pero la pintura de tal habitación, los azulejos de tal baño, se encuentran ahora afuera, a la vista de todos, a la intemperie.
La otra mitad de la obra muestra un cuadrado de un solo color en sintonía con la medianera: un monocromo. Se oponen entonces el monocromo que se podría definir como la expresión más pura y absoluta de la esencia de la pintura y la representación de la medianera, es decir un muro, realidad física, material, solo material, despojada de su función de medianera y de toda función simbólica.
También vemos un monocromo importante, de grandes dimensiones, azul, en la escenografía imaginada por Simoni.
¿ Cual podría ser el significado de un monocromo aquí?
Se puede considerar el monocromo como el “grado zero” de la pintura; tiene la especificidad de transmitir el máximo de sus potencialidades como materia, como superficie, como energía, como evento, pero también como emoción y como concepto. Asimismo en los monocromos de ciertos artistas la desaparición de la forma está pensada para que dé lugar a una expresión de lo “sublime” que sólo el color puede manifestar.
¿ Que evoca un monocromo azul ?
Rita Simoni hace de manera explícita referencia al azul de Klein, el famoso IKB. Como lo expresa ella misma, es el color de lo espiritual, de lo inmaterial, el más opuesto a las tonalidades de los materiales de la construcción. Klein comparte con Malevitch (considerado como uno de los padres de la “monocromía”) esta aspiración, esta ambición hacia lo espiritual y lo místico.
Los colores, más que un fenómeno natural, son una construcción cultural compleja. El color azul, en el mundo occidental, permaneció durante muchos siglos sin relevancia alguna, sin significado en la vida social, en las prácticas religiosas o en la creación artística. Su dimensión simbólica era demasiado débil como para transmitir ideas, suscitar emociones u organizar códigos y sistemas.
A partir del siglo XII, con el importante desarrollo del culto a la Virgen, cuando el azul se vuelve su atributo obligatorio, este color se llena de valores particulares; expresa, por ejemplo, una nueva concepción del cielo y de la luz. Después, a partir del siglo XV, se le agrega una dimensión “moral” (que el azul comparte con el negro), que se traduce en particular en las leyes suntuarias y que se verá acentuado con la Reforma protestante.
Es a partir del siglo XVIII que el azul se vuelve un color de primer plano. No solamente corresponde al sentimiento poético del romanticismo (alemán, en particular) – la poesía pura, los sueños infinitos – pero también, de una manera general, es un color espiritual, moral, lejano, el color del progreso, de las Luces, de los sueños, de las libertades... Su campo semántico se abre, apunta al cielo, al mar, al reposo, al infinito...
La elección de Klein – en cuanto a la creación del IKB - no tenía por supuesto nada que ver con el azar. En sus obras el artista francés instauró un vaivén contínuo entre los dos polos opuestos de lo material y de lo immaterial, de lo orgánico y de lo espiritual. El color azul es también la luz, el espacio, como lo expresa en particular su proyecto (realizado después de su muerte) de iluminar con este color el Obelisco de la “Concorde”. La presencia reiterada de un color que recuerda el IKB en la escenografía de Rita Simoni subraya una tensión fuerte entre dos universos opuestos : la realidad física, material y caótica, y otro mundo, él del arte, del sentido, del espacio abierto hacia la superación de la inmanencia.
Aquí, en la escenografía, el encuentro entre estos dos polos está más presente que su exclusión mutua; en sus diferentes partes se oponen, pero también se mezclan. Los pedazos de madera, que evocan la demolición, la destrucción, estan iluminados por una luz azul.. Nuestra mirada, nuestro imaginario, va y viene de un registro a otro, no hay un lugar fijo y definitivo en donde se detenga nuestra mente.
Finalmente, si nos preguntamos cual es el sentimiento que prevalece al observar, al “sentir” la “construcción” de Rita Simoni, es precisamente una “deconstrucción”, una fragmentación, un cuestionamiento, una reflexión que abarca de manera muy contemporánea nuestra percepción del entorno y más allá de nuestro mundo.
Esta visión, a la vez creativa y analizadora, es comprensible y lógica en una época actual que no se inscribe en una dimensión espacio-temporal estructurante. Nuestra sociedad ya no tiene un porvenir concebido como un lugar de felicidad futura, un modelo hacia el cual se puede aspirar (como en los tiempos de la modernidad) ni tampoco como un pasado para commemorar con nostalgia. Un tiempo presente sin prolongación (el valor de las tradiciones se ha vuelto estético, emocional o lúdico) y con un déficit en las representaciones del porvenir está – probablemente – destinado a ser vivido como deconstruido. Uno se podría tal vez preguntar, como lo formula G. Lipovetsky, si el indivíduo contemporáneo vive efectivamente en un estado de “ingravidez” temporal....
Lic. Danielle Perret
Universidad de Ginebra, investigadora y curadora independiente.