Humectaria, por María Carolina Baulo, Lic. Historia del Arte y curadora, 2015

Hace muchos años vengo siguiendo la obra de la artista argentina Rita Simoni y debo confesar que me sigue sorprendiendo. Creo que es un claro exponente de esa capacidad de la cual no puede prescindir el artista contemporáneo y que tiene que ver con adaptarse al medio y las posibilidades expositivas, haciendo uso de tantos recursos estilísticos y soportes como sean necesarios.
Arquitecta, fotógrafa, artista visual. Su obra puede pasar del plano bidimensional al formato instalación, del libro de artista al diseño digital 3D; no hay límites para su trabajo.

La muestra Humectaria se presentó en un espacio poco convencional, casi impensado y hasta diría hostil. Zafarrancho es, literalmente, un sótano que Simoni tomó por completo para convertirlo en una suerte de “portal cósmico” que transporta al espectador desde las profundidades de un lugar oscuro y encerrado bajo la ciudad, al corazón de las selvas argentinas: el Delta del Paraná y la Yunga tucumana. Un espacio anulado como sótano dado que suele inundarse, Zafarrancho presenta problemas de humedad que se perciben ni bien se traspasa la puerta y se empieza a descender por las escaleras. Un primer foco de atención está dado por cómo la artista optó por jugar con la experiencia sensible del olfato como factor preponderante. El pesado olor a humedad alimenta la instalación con una presencia invasiva. Lo que a priori es una sensación extraña e incómoda para una muestra de arte, se convierte en un factor central de la muestra. El espectador participa activamente sin siquiera ver las obras, simplemente sintiendo el olor y escuchando el sonido del agua que corre, como parte de la ambientación del espacio. Una vez adentro, en presencia de la instalación site-specific, son tres enormes fotografías las que dominan la escena: representan la presencia de la niebla cargada de agua que sobrevuela todo el paisaje selvático.
Distribuidas estratégicamente en el sótano, cada una de ellas es acompañada por un montaje cuasi escenográfico, donde se materializa aquello que está fotografiado; una presencia física y vital que pareciera salir de la imagen y tomar forma de plantas y otros “seres vivos”. La obra nos acerca paisajes ajenos al espacio que la contiene pero, al mismo tiempo, las fotos recrean in situ el entorno de su estado original, aquel que aparece en las imágenes. Los marcos de madera que parecen levitar sufren la corrosión que en ellos provoca el agua, parecen pudrirse. Las fotos transpiran gotas de agua, los vidrios se empañan, el agua chorrea y alimenta los yuyos y el musgo crece debajo de cada una de las tres imágenes y toma las paredes. La humedad genera vida y la vida crece acorde van pasando los días, provocando que nunca sea exactamente igual lo que ve el espectador de una semana para la otra porque el entorno cambia.
Una muestra inteligente, pensada en pro del lugar que la alberga, potenciando los elementos que pueden presentarse como desventajas y poniendo en juego todos los recursos para transformarlos en comodines: la oscuridad y el encierro, el olor y el frio, todo confabula para destacar el rol de las fotografías como verdaderas ventanas que hacen pasar al espectador de un lado y del otro del encuadre alternativamente. Lo que vemos en la imagen lo sentimos en el espacio con los cinco sentidos

CAPTIONS
Instalación site-specific: Fotografías de 150x110 estudiar marcos rústicos de madera con vidrio, musgo, plantas, troncos, hongos, agua y tierra, medidas variables.